Todos hemos sufrido alguna vez el fenómeno de los antojos, ya sea en nuestras propias carnes durante un embarazo, o bien si hemos tenido que satisfacer ese deseo irrefrenable en nuestra pareja o alguna familiar cercana. Claro está, no se sufre de la misma manera en cada caso.
Pero la pregunta que hoy planteamos es, precisamente, ¿qué hay de cierto en lo que sabemos acerca de las causas y consecuencias de los antojos durante el embarazo?
El antojo es ese deseo irrefrenable que surge en relación a la ingesta de un alimento, mayormente. Lo sufren tres de cada cuatro embarazadas y, curiosamente, casi siempre suele estar relacionado con los dulces o, en todo caso, con alimentos poco saludables o calóricos.
Existen numerosas historias y leyendas urbanas alrededor de los antojos. La más común es, por ejemplo, que si el antojo no es satisfecho con premura, podrá repercutir negativamente en el bebé, produciendo una mancha su piel en el momento del nacimiento (lo que comúnmente se conoce como manchas de nacimiento).
Desmitificando las leyendas urbanas
¿Qué tiene que aportar la comunidad científica respecto a los antojos durante el embarazo? Se ha comentado que, a nivel nutricional, la futura madre puede tener antojos relacionados con sus propias carencias fisiológicas (por ejemplo, una deficiencia de proteínas podría estar relacionada con el deseo de la madre de comer carne roja). Pero realmente, no hay ninguna evidencia científica que corrobore esta suposición.
Sin embargo, recientemente se ha arrojado algo de luz a este tema gracias a un estudio realizado por el Institut d’Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS; Barcelona). Los investigadores afirman haber identificado los mecanismos neuronales responsables de que se produzcan los antojos durante la gestación.
En dicho estudio, realizado sobre hembras de ratón, se ha demostrado que, durante el embarazo, el cerebro experimenta cambios en las conexiones funcionales de los circuitos de recompensa, así como de los centros gustativos y sensoriomotores. Además, se pudo comprobar que las hembras de ratón eran más sensibles a los dulces y desarrollaban conductas de ingesta compulsiva de alimentos calóricos.
Además, diversos estudios anteriores a este reciente hallazgo, sugieren que las áreas del cerebro implicadas en el gusto están muy cerca de las que reciben los impulsos nerviosos originados en el útero. Cuando las terminaciones nerviosas de este envían señales a sus receptores cerebrales, hacen que por proximidad se activen también los receptores de las sensaciones del gusto, dando lugar así a los antojos.
Entonces, ¿existen los antojos?
Los antojos existen en la medida en que la madre gestante, siente una necesidad implacable de consumir un alimento muy concreto. Cuando este deseo es saciado, se puede saborear una profunda sensación de satisfacción.
Por lo tanto, sí, los antojos existen, pero no podemos corroborar las consecuencias negativos que rondan en torno a ellos. No se ha podido demostrar a nivel científico que un antojo insatisfecho produzca una mancha de nacimiento en el bebé. Así como tampoco se ha encontrado relación con cualquier otra circunstancia negativa.
¿Cómo controlar los antojos?
Controlarlos al 100% es físicamente imposible, ya que es una necesidad que surge de nuestras entrañas sin que podamos controlarla. Sin embargo, sí que podemos tomar ciertas medidas que están en nuestra mano para intentar minimizarlos, o que no se conviertan en un problema de salud para la madre (por aquello de comer mucha comida basura).
El desayunar bien cada mañana, por ejemplo, hará que estemos saciadas y reducirá las probabilidades de sufrir antojos. El ejercicio y en general la actividad física, mejora el estado emocional y reduce la ansiedad al segregar endorfinas, la hormona del bienestar que no nos viene nada mal.
Además, los grandes cambios hormonales sufridos durante el embarazo, se verán mitigados si contamos con el apoyo emocional necesario. Debemos tomarnos los antojos con buen humor, y más que luchar contra ellos, intentaremos sustituir los alimentos calóricos por otros más saludables.